Comprometido conmigo mismo a ser feliz

Ayer regresé de Londres. Fui a encontrarme de nuevo con Tony Robbins en el seminario “Unleash the power within” (Libera tu poder interior). Quienes me conocen han oído sobradamente la influencia que ejerció en mí Tony cuando asistí el año pasado a este mismo seminario. Por esa razón quería repetir; quería volver a experimentar las mismas cosas que me transformaron. Pero nada fue igual. Porque yo ya no soy la misma persona que era.

Desde que decidí el pasado año convertirme en la mejor expresión de mí mismo, muchas cosas han pasado. Porque tomé conciencia de creencias limitantes que estaban arraigadas en mí desde la infancia y que no me permitían liberar todo mi potencial. Pero una cosa es tomar conciencia y otra pasar a la acción. Y en el seminario, aunque hagas ambas cosas, nada permanece, nada pasa a formar parte de tu carácter si no lo interiorizas suficientemente y lo integras en tu personalidad a través de una acción constante, coherente y enfocada adecuadamente hacia tus objetivos.

Yo hice todo eso desde el año pasado y por esa razón muchas cosas han cambiado en mi vida. Por eso surgió la idea de mi libro y se materializó. Por eso surgieron muchas canciones que ahora son una realidad palpable, por eso mi cuerpo es ahora más enérgico y saludable, por eso mis relaciones han mejorado en muchos sentidos. Por eso decidí volver a estar con Tony, porque siguen habiendo áreas en mi vida que quiero mejorar.

Y como dije, nada fue igual aunque todo fue lo mismo. Le comentaba a un amigo que participó en el seminario también, que ir a estos seminarios, como escuchar a los grandes maestros, es muy importante. Pero más lo es tener el terreno preparado para que la semilla que se siembra fructifique. Y eso es lo que me ocurrió el año pasado: que mi terreno estaba preparado para que lo que se sembró fructificara. Y en esta ocasión, también estaba mi terreno mejor preparado para recibir de nuevo la semilla de la sabiduría y hacer que fructificase todo lo que de bueno se sembrase.

Siempre me impactó la parábola de Jesús que habla de la historia del sembrador que salió a sembrar y cayó parte de su semilla en el camino, parte entre las malas hierbas, parte en las rocas y parte en el terreno preparado y abonado. Al final de la parábola muestra que sólo la semilla que cayó en el terreno adecuado dió sus frutos.

Si nos aplicamos esta parábola a nuestra vida vemos que es nuestra responsabilidad, y de nadie más, tener el terreno en las mejores condiciones para que la semilla crezca y de frutos.  A ningún labrador, de los muchos que conocido en esta vida (soy de la huerta valenciana), se le ocurriría plantar una semilla sin antes haber preparado adecuadamente su campo. Y eso implica limpiarlo de malas hierbas, airearlo, abonarlo para que tenga los minerales necesarios, preparar el sistema de riego y todas aquellas otras tareas necesarias para garantizarse el éxito a la hora de sembrar. Seguro que a ningún labrador experimentado se le ocurriría lanzar la semilla sin haber hecho antes todas esas tareas necesarias. Porque cuando las cosas se hacen bien, la semilla nace, crece y da frutos.

Así pues, este año siendo igual que al anterior en cuanto a contenidos, nada ha sido igual porque mi terreno no era el mismo. Ahora sé que nuevas ideas han surgido de mi mente, nuevos deseos que me impulsan en la dirección fundamental de mi vida y nuevas formas de energía van a venir en mi apoyo para materializar todo ello.

Y, ¿por qué os cuento todo esto? Porque soy consciente de que muchos de los que me leéis estáis buscando la manera de mejorar vuestras vidas, de encontrar un mejor sentido a lo que hacéis, de obtener una fuente inagotable de energía que os permita disfrutar de una vida más saludable, de sentir que estáis en el camino correcto hacia la verdadera felicidad deseando sentirla ya en el mismo proceso de búsqueda.

Pero no os equivoquéis, nada pasa por casualidad, nada pasa si nosotros no hacemos que pase. Porque si seguimos haciendo lo mismo de siempre obtendremos los mismos resultados. Hagamos que las cosas ocurran. Hagamos como el caballero del cuento de “La buena suerte” que crea las circunstancias para que nazca el trébol de cuatro hojas en lugar de buscarlo desesperadamente hasta llegar a abandonar como otros caballeros. Hagamos todas aquellas tareas que permitan tener el terreno en las mejores condiciones para que la semilla crezca y de sus frutos.

Las personas suelen decirse (al igual que la zorra se decía que las uvas que deseaba estaban verdes cuando no las podía alcanzar) que lo que dicen muchos de estos maestros como Tony Robbins son solo palabras y que realmente no se consiguen las cosas que tanto prometen. Pero eso ya sabemos que son sólo excusas que se dan a sí mismos por el miedo a fracasar al intentarlo, por el miedo a salir de la “zona cómoda” y arriesgarse a intentarlo una y otra vez sin saber si lo conseguirán o no.

Pero para el que cree que todo es posible, sobre todo si pone en marcha las estrategias adecuadas y persiste sin desfallecer, el éxito está garantizado. Sobre todo porque el éxito no es tanto alcanzar el objetivo final, sino más bien un estado de permanente confianza en que las cosas mejorarán si seguimos trabajando en la dirección correcta y que, en el proceso, descubriremos que hay otras formas de tener éxito y disfrutarlo si, lo que perseguíamos tal y conforme lo imaginábamos, no se ha hecho realidad.

Porque lo maravilloso de todo esto es que en el camino hacia lo que consideramos éxito vamos observando en qué consiste verdaderamente el mismo. Y no es otra cosa más que sentir que estamos mejorando a cada paso que damos y en vernos más cerca de la persona extraordinaria en la que nos vamos a convertir.

Y eso nos da un sentimiento de plenitud, de grandeza que hace que las pequeñas cosas nos llenen al igual que los grandes logros que podamos alcanzar. Y es así como  descubrimos que la felicidad no es una quimera, una utopía, un deseo que se nos escapa cuando apenas lo disfrutamos, sino un estado permanente en el que nos movemos porque ha pasado a formar parte de nuestra manera de ser y entender la vida.

Con gratitud