Cuando los virus atacan…

¿Qué hay de los momentos en que vemos las cosas con tristeza, con la sensación de pérdida, de incapacidad para volver a conquistar nuestros sueños, con la energía baja por lo suelos para levantarnos y luchar para no dejarnos llevar por los pensamientos negativos, de baja autoestima, de impotencia para superar las adversidades, de…, por resumirlo como decía hace poco en uno de sus artículos Miguel Guzmán …nos sentimos como una auténtica “mi…” con perdón?

Pues amig@s, de eso os quiero hablar, porque yo tampoco estoy exento de esas emociones en ocasiones. No voy a decir que asalten mi mente con frecuencia, porque para eso llevo tiempo trabajándome. Pero, honestamente, siempre aparecen a mi alrededor “estímulos”  (que para otros pueden ser inocuos) que en mí disparan, como inevitable relación causa-efecto, pensamientos que me llevan a esas emociones.

No voy a entrar en los detalles de cuáles son, porque a todos nos llegan por diversos medios y según nuestra propia historia. Pero siempre están ahí, como los virus, agazapados para atacarnos en los momentos en que nuestras defensas más bajas están. Y no hay otra manera de combatirlos que estar preparados y tener nuestras defensas en perfecto estado, revisadas, actualizadas, renovadas. Yo no veo otra manera.

No importa si nuestra economía es excelente o no, somos ricos o pobres, tenemos trabajo o no, buenas relaciones de pareja, buenas amistades, relaciones familiares equilibradas, etc. Siempre hay virus dispuestos a atacar nuestro equilibrio, nuestra paz, nuestra felicidad.

Yo, como uno más de los que existen, estoy sometido al ataque de esos virus mentales. Hoy, un día como otro cualquiera, siento su presencia amenazadora. Ha bastado que recogiera un “documento” nuevo sobre mi situación financiera, que tuviera que tomar una decisión con riesgo para mi futuro económico y laboral, que me atacase como en la infancia el virus de la comparación con quienes han triunfado en la vida y me viese mediocre y arruinado, para que haga su presencia en mi alma el inevitable resfriado emocional.

Sabéis de sobra de lo que os hablo, porque tod@s habéis pasado ese resfriado que ha llegado en muchos casos a convertirse en gripe aguda. Pero yo me pregunto ¿hasta cuándo tendré que estar sometido al ataque de los malditos virus? ¿cuándo podré estar totalmente inmune y atravesar entre todos ellos sin que me afecten lo más mínimo? ¿Cuándo habré creado unas defensas, unos antídotos capaces de vencer a todos los virus posibles para que no me puedan dañar el equilibrio, la estabilidad emocional y la felicidad que tanto me ha costado conquistar y que tan fácilmente puede verse quebrada?

Interesantes preguntas para las que ando buscando respuestas. Si sigo el símil que he utilizado, creo que no hay seguridad para ello. Siempre van a haber virus nuevos que evolucionen, nuevas formas que o bien se crean por mutación o que se crean en laboratorios en su proceso de experimentación. Nuestra sociedad es un caldo de cultivo excelente para ellos. Me temo que nunca vamos a estar totalmente a salvo. Seguramente su presencia, como nuestra existencia, van unidas inexorablemente. Pero, si es así, ¿cómo puedo convivir con esos virus y estar preparado para combatirlos?

Me viene a la mente, con la utilización de este símil, la cantidad de películas que están proliferando sobre los “zombis” y muertos vivientes. Y no deja de sorprenderme cómo a la gente le gusta ver este tipo de películas en las que se sienten amenazados, sufriendo con los protagonistas pero, con la esperanza al fin, de ser capaces de vencer y sobrevivir a los mismos. Y, ¿cómo lo hacen? Pues manteniéndose libres de toda infección. Evitando ser contaminados por el virus y luchando por encontrar el antídoto que les proteja definitivamente.

Pues eso; así de sencillo es. No tenemos otra opción para combatir nuestros virus mentales que mantenernos alejados de su foco de infección, evitando estar en contacto con ellos. Y, si por alguna razón nos atacan o los vemos venir con tiempo, buscando en nuestro interior los antídotos que hemos creado a lo largo de nuestra vida o averiguando nuevas formas de protegernos o investigando para encontrar el antídoto que nos inmunice.

Y, si no lo hemos hecho, si no estamos preparados para protegernos, si no sabemos cómo hacerlo, deberemos buscar rápidamente apoyo en quienes nos pueden dar, no una pastilla, porque para esos virus no valen pastillas, sino las claves a seguir para fortalecer nuestras defensas y salir airosos. Ahora bien,  si el virus ya nos ha atacado, si su daño ya está presente en nosotr@s, entonces tendremos que aceptar que deberemos pasar una inevitable cuarentena que nos va a debilitar y que podrá dejarnos secuelas. Pero que, si aplicamos en ese proceso los remedios al uso, saldremos inmunes para otros ataques similares y mejor preparadas nuestras defensas para otros posibles.

De los remedios posibles se podría hablar mucho. De los profesionales y de los caseros. Y digo caseros porque, si bien están los de los profesionales que siempre funcionan mejor, no todos pueden acudir a ellos para remediar sus problemas. Y como todo en la vida, a veces la ciencia popular ha sabido encontrar soluciones adecuadas y menos costosas.

En fin, que si no sabes qué hacer y te sientes bloquead@, recuerda que para salir de los bloqueos basta con tomar pequeñas decisiones, por  simples que parezcan y actuar, diseñando el camino para ir de donde no queremos estar hacia donde queremos estar, dando pequeños, pero firmes pasos en esa dirección. Y, si por cualquier razón no tenemos claro lo que queremos, entonces apliquemos el criterio natural de huir, al menos, de lo que no queremos porque nos hace daño. A lo mejor así, vamos abriendo nuestros ojos viendo lo que realmente deseamos y que nos puede hacer más felices.

Con gratitud