La “conexión” con nuestros sueños

En muchas ocasiones me encuentro con personas que me relatan, en pocas palabras, cuál es la situación que están atravesando y las dificultades con las que se enfrentan. Hay de muchos tipos: de pérdida de trabajo, de relación amorosa frustrada, de pérdida de motivación por vivir, de quiebra económica, de falta de autoestima, de sensación de vacío interior, de falta de energía, de problemas de salud o enfermedad, de relaciones con los hijos o con los padres…

No me lo cuentan esperando que les dé una solución a su situación, sino más bien buscando un cierto desahogo y la compresión de quien creen que, al menos, va a entender mejor que otros lo que les pasa.

Yo les escucho en el breve espacio que a veces tengo para hacerlo, porque o bien es al finalizar una actuación, en la dedicatoria de mi libro o, en el mejor de los casos, en lo que suele pasar después de las actuaciones. Y, sinceramente, escucho, comparto y hasta me atrevo a dar los consejos que humildemente pienso que les pueden servir.

En muchos casos se van más o menos satisfech@s de haber podido exteriorizar a alguien desconocido hasta ese momento lo que les preocupaba y llevándose consigo algunas “recetas” que siempre me quedo con la duda de si las aplicarán o no.

Este tipo de situaciones no son las que yo quisiera para mí, porque me siento como si no pudiera dar todo lo que esas personas necesitan y esperan de mí, como tampoco hacer el seguimiento de cómo van aplicando en sus vidas los sencillos consejos que les doy.

Pero he aprendido que no depende de mí el que las personas aprovechen o no mis consejos. Ni siquiera de la calidad o bondad de los mismos. Porque, al fin de cuentas, no soy yo el transformador de nada ni de nadie. Tan sólo soy y puedo ser, mi propio transformador, mi propio líder del proceso de mi mejora personal y, en el mejor de los casos, un mensajero más que transmite sus vivencias y reflexiones para quienes deseen aprender algo con ellas.

Hace tiempo, en mis etapas como docente, tenía un gran deseo de transformar a las personas en lo que yo consideraba que era lo mejor para ellas. ¡Qué inocente y peligrosa ilusión! Ahora, después de lo vivido y aprendido descubro que nadie cambia a nadie, sólo se cambia cada uno a sí mismo cuando lo desea fervientemente porque algo en la vida le impulsa irremediablemente a ello, bien por el placer que piensa que va a obtener  o bien por evitar el gran dolor que ya no puede resistir o quiere evitar.

Así, muchas personas, se debaten en la queja continua de una vida que no les satisface plenamente, pero que están atrapadas por la comodidad que ello les supone, sin atreverse nunca a dar un paso en una nueva dirección por el temor de que lo que puedan encontrar sea peor.

Y buscan en consejos o en desahogos momentáneos la justificación para no hacer nada en la dirección que les abriría un sinfín de posibilidades. Porque lo nuevo asusta y el cambio paraliza. Y, simplemente, se desahogan sin más y siguen haciendo lo mismo. Y, por supuesto, obteniendo los mismos resultados.

¿Cómo romper la inercia de tantos años, la costumbre que nos ha acomodado en un sillón que nos hace sentirnos cada vez más hundidos en él y más difícil el levantarnos y ponernos en acción? 

Pues… con una idea, con una imagen fuerte y clara de lo que realmente deseamos y queremos alcanzar. Sí, eso que llamamos “soñar”. Eso que todos hacemos y que disfrutamos en lo más íntimo de nuestro ser porque nadie pone freno a nuestros más íntimos sueños. Pero que, una vez soñado, nos decimos con cierta resignación y hasta tristeza que “soñar esta bien, pero hay que pisar suelo y vivir la realidad”.

Y, ¿qué es la realidad amig@s? Tan solo lo que cada uno de nosotros creamos con nuestros pensamientos y luego creamos paso a paso con nuestras acciones, terminando por tener nuestros propios hábitos que serán los que forjarán nuestro carácter y determinarán finalmente nuestro destino.

Yo soy, como decía Vicent Andrés Estellés, uno entre tantos, soñando, creando, amando, luchando… Uno entre tantos que quiere construir, como tú, como tod@s, un sueño que ha tenido y que debe alimentar cada día con emociones positivas para que le sigan impulsando en la dirección adecuada de su sueño. Y que cada día, como tú, como tod@s, se esfuerza por sentirse conectado con ese sueño para recibir la energía que de él me llega y seguir trabajando en la dirección elegida.

No hay secretos. Seguro que somos sobradamente conocedores de las cosas que hay que hacer. Seguro que cuando pedimos consejos ya estamos preparados para oír más de lo mismo. No nos engañemos. No necesitamos consejos. Lo que necesitamos son sueños que nos provoquen emociones poderosas y nos impulsen a la acción. Todo lo demás nos llegará por añadidura.

Con gratitud