Seguro que estaréis de acuerdo conmigo que una de las consecuencias que solemos llevar peor son las derivadas de nuestros errores. Y, ¿sabéis por qué? Porque atribuimos como causas de nuestros errores a aspectos que están fuera de nosotros, pero pocas veces a nosotros mismos.
Debemos aprender de nuestros errores y no considerarlos fracasos. Porque los fracasos son malas interpretaciones que hacemos de los errores. Y en su peor interpretación está el atacar nuestra autoestima y dejarla maltrecha. Deberíamos considerarlo, como hizo Edison, intentos fallidos que nos acercan más al éxito.
Ojalá cometiéramos más errores y no tuviéramos miedo de hacerlos. Lo que nos impide cometerlos es nuestro miedo al fracaso, y nuestro miedo al rechazo.
Pero lo que más tememos con el fracaso es la derrota que sentimos provocada por los errores cometidos. Pero deberíamos tratar al acierto y al error con la misma actitud, pues ambos son caras de la misma moneda, la del éxito. Ya lo dijo el poeta Rudiart Kipling: “si tropiezas en el triunfo, y llega la derrota, y a los dos impostores les tratas de igual modo, serás hombre, hijo mío”. Y añade:
“Si en la lid el destino te derriba
si todo en tu camino es cuesta arriba
si tu sonrisa es ansia insatisfecha
si hay tarea excesiva y vil cosecha
si a tu caudal se contraponen diques…
date una tregua, pero ¡NO CLAUDIQUES!”
Este poema me ha entusiasmado siempre. Por eso le puse música hace tiempo. Me inspira en los momentos en los que he estado a punto de tirar la toalla. Me gustaría que también lo hiciese con vosotros. A mis 59 años sigo pensando que me queda mucho por aprender y descubrir. Pero hay veces que lo veo todo de color oscuro. Porque he cometido bastantes errores y he estado en no pocos momentos desesperado. Pero sigo adelante tratando de disfrutar con las cosas que hago y trabajando para hacer que cada momento sea maravilloso por alguna razón.
Cada día encuentro personas que me sirven como ejemplo de perseverancia y tenacidad. Personas que desde el más absoluto anonimato siguen con gran energía y empeño pese a las enormes dificultades que tienen por la falta de trabajo, por problemas de salud, por enfermedades terminales, por la pérdida de seres queridos, por accidentes imprevistos que les privan de lo más valioso que han tenido, por cualquier causa que les dificulta seguir adelante y superar los retos con los que se enfrentan. Seguro que tú también, querido lector, estás esforzándote por seguir adelante pese a todo. Ánimo y gracias por seguir adelante pese a los enormes “diques” que la vida pueda presentarte. ¡No claudiques nunca! ¡No te rindas jamás!
Quiero ejemplificar la actitud de lucha con un breve cuento, atribuido a Joan Baez, que cuenta la historia de un campesino que tenía un burro que cayó un día en un pozo. El animal intentó salir como podía del pozo, pero no le era posible. Se esforzó durante horas sin conseguirlo y apenas le quedaban fuerzas para quejarse cuando llegó el dueño tras oírle. Por más que el dueño intentó ayudarle no pudo lograrlo y no se le ocurría la manera de sacar al animal de allí. Finalmente pensó que el burro ya estaba muy viejo y que el pozo, que estaba seco, bien podía ser el lugar adecuado para dejarle morir, pues no compensaba lo que el burro podía aportarle ya con su pobre esfuerzo, con el dinero que debía emplear para sacarle. Al final decidió que lo mejor sería tapar el pozo con tierra y enterrarlo allí mismo, por lo que pidió ayuda a todos sus vecinos para esta labor. Comenzaron todos a tirar tierra al pozo, pero el burro seguía quejándose y rebuznando lastimosamente. Después de que tiraran más tierra pareció que el burro por fin se quedaba inmóvil, como muerto. Pero más tarde el campesino miró al fondo del pozo y vio sorprendido que el burro sin apenas fuerzas se removía en la tierra que habían lanzado y se recuperaba de nuevo. Más tarde volvía a quedarse inmóvil y, de nuevo, los campesinos echaban tierra hasta que el burro dejaba de verse. Pero pasados unos instantes, de nuevo el burro se sacudía la tierra y daba un paso encima de ella. Así, tras varios intentos de sepultar al burro en la tierra, muy pronto éste llegó hasta la boca del pozo, logrando pasar por encima del borde y salir ileso trotando de nuevo.
Para terminar os diré una frase atribuida a Nelson Mandela, a quien muchos de vosotros conoceréis por el largo tiempo que pasó en la cárcel de Sudáfrica al oponerse al régimen del “apartheid” que dice: “Un ganador es un perdedor que nunca tira la toalla”. Así deberíamos entender la perseverancia en aquello que creemos que es justo, de forma que nunca abandonáramos nuestros sueños si ellos tienen como objetivo hacer felices a los demás y contribuir a la creación de un mundo más humano y más justo.
Con gratitud