Nos hemos referido en los dos anteriores artículos al fenómeno de la felicidad visto desde la perspectiva inspiradora que me daba la visión de una fotografía con una araña y su recién construida telaraña. En el primer artículo aprendimos de la laboriosidad de la araña para construir su estructura de vida y su tenacidad y perseverancias ante las adversidades que se la podían destruir. En el segundo artículo analizábamos qué supone sentirse víctima de una estructura que en ocasiones tejemos nosotros mismos sin darnos cuenta que se puede convertir en nuestra trampa mortal y qué hacer para darnos cuenta de ello y salir cuanto antes de esa situación.
Quiero en este último artículo sobre la Felicidad y las arañas referirme a la posición perceptual que tiene el observador que todo lo ve y analiza cuanto ocurre, viendo el lugar donde se ha instalado la telaraña, los comportamientos de la araña expectante y los de la posible víctima de su trampa, aprendiendo así sobre nuestras actitudes y comportamientos,
Son varias las cosas que ve un observador atento a lo que ocurre. Lo primero el entorno en el que la araña ha decidido poner su estructura de sustento, su telaraña. Y apreciamos si es un lugar adecuado o no, por cuanto puede cumplir bien sus dos objetivos principales: tener su trampa lista todo el tiempo necesario para conseguir su alimento sin que se destruya por haberla puesto en un lugar expuesta a un excesivo viento, lluvia o al paso de animales o personas que se tropiecen con ella y la destruyan. Y, en segundo lugar, si es donde se va a encontrar con más presas adecuadas para su alimento o, por el contrario, pueden ser presas que luego se conviertan en su cazador.
En segundo lugar, el observador toma buena nota del tipo de presas que caen en la telaraña y ve si son las adecuadas para la araña y cómo ésta procede a convertirlas en alimento.
En tercer lugar, el observador puede plantearse ante la realidad observada cuestiones como: ¿interviene para favorecer el sustento de la araña? o, ¿ impide que alguna víctima caiga en la trampa y muera? o ¿se dedica a observar qué víctimas caen y cuáles son sus comportamientos ante la fatalidad?
En cuanto al primer caso en el que el observador toma buena nota del entorno, deberíamos convertirnos en observadores externos de nuestra propia vida y reflexionar acerca de nuestro entorno vital, el que hemos construido a lo largo de los años. Cuántas veces nos hemos dicho que no estamos viviendo la vida que nos gustaría o nos sentimos en nuestro entorno como extraños. En ocasiones construimos nuestra vida sobre la base de elementos que a la mínima ocasión se desmoronan y nos obligan a trabajar de nuevo para recomponer nuestra existencia. Cualquier cosa puede surgir en un entorno turbulento, inapropiado o imprevisto: un accidente con secuelas graves para la salud, o la muerte de un ser querido, o un matrimonio roto, o una familia desestructurada, o unos hijos maltratados, o un tsunami económico que se lleva por delante nuestra economía, o un terremoto financiero que nos impide conseguir dinero para nuestros proyectos, o una tempestad inmobiliaria donde nos deja sin hogar, o un negocio con socios fraudulentos que nos engañan y roban, o una empresa socialmente irresponsable que no respeta al medio ambiente ni cuida de sus empleados, … Todo puede suceder y afectar, cuando menos lo esperemos, y hacer que nuestro entorno flaquee y se destruya al no haberlo asentado en bases firmes y duraderas. ¿Qué hacer ante situaciones como las anteriores? ¿Haremos como las arañas y, sin pérdida de tiempo nos pondremos manos a la obra para recomponer nuestra estructura de vida, pero eso sí, aprendiendo de nuestros errores?
Respecto del segundo punto de observación, podemos plantearnos si hemos elegido bien nuestros objetivos, si son concretos y tangibles, si han sido cuidadosa y laboriosamente pensados para que sirvan a nuestros intereses, si estamos midiendo bien nuestros recursos y no nos quedaremos a mitad del camino sin fuerzas cuando más las necesitemos, si serán alcanzables a pesar de su grado de dificultad, reportándonos la satisfacción de saber que han sido objetivos realmente atractivos y poderosos. Conviene reflexionar sobre estas cuestiones, para que no seamos víctimas de nuestros propios objetivos, bien porque no hemos sabido valorar su importancia y han sido elegidos siendo mucho más poderosos que nuestras capacidades y, por tanto, nos acaban destruyendo al no poderlos alcanzar, o bien tan pobres que apenas nos dan satisfacción por alcanzarlos.
Quedaría una última reflexión referida a nuestra intervención como observadores de cuanto ocurre. ¿Deberíamos como tales intervenir en nuestro entorno cuando vemos que hay algo que según nuestro punto de vista no está bien? Si recordamos la película de el efecto mariposa, donde el protagonista sufre pérdidas cortas en su noción del tiempo desde que era pequeño y habiendo tenido una infancia marcada por acontecimientos desagradables que quedaron apuntados en un diario por recomendación de su psiquiatra, en su etapa universitaria recupera esos recuerdos y descubre que ha roto la vida de la gente que más quería. Decide entonces viajar a su pasado en su mente de adulto para arreglar sus errores y mejorar el presente de todos. Pero el efecto mariposa tiene sus consecuencias en su presente, generalmente desafortunadas. Seguro que esto nos lleva a pensar que como observadores, mejor no intervenir para no favorecer a alguien o a algo, sin darnos cuenta que nuestra intervención puede perjudicar por otro lado. Es difícil decidir si intervenir o no. Por eso creo que nuestro Creador decidió darnos el “libre albedrío” y no intervenir en nuestras vidas. Puede que debamos intervenir cuando vemos que una posible víctima de alguna injusticia puede caer en una trampa mortal para ella y ante esa injusticia debamos actuar. Pero en otras ocasiones, nuestra intervención, con la mejor de las intenciones, puede privar a la víctima de la toma de conciencia de esa experiencia e impedirle que descubra por sí misma lo valioso del aprendizaje que va a tener. No es fácil convertirse en observador-actor, porque la responsabilidad es muy grande. Seguramente es más fácil dedicarse a observar cómo cae la víctima y cuáles son sus comportamientos ante la fatalidad, pensando que quien de ella se va a alimentar también tiene derecho a ello. en fin, tómense su tiempo la próxima vez que decidan intervenir ante determinadas circunstancias y valoren si deben o no intervenir y hasta qué punto. Nada está escrito y todo puede pasar. De ustedes depende escribir la historia de una forma u otra.