Decía en mi anterior artículo que “la vida es un juego” en el que nosotros decidimos a qué queremos jugar. Y, si no es así, es que nos hemos planteado mal la vida y debemos “reconquistarla”.
Para saber cuál es el juego de nuestra vida es prioritario que sepamos qué dirección fundamental estamos siguiendo. Esto de la dirección fundamental (DF) es “clave” para no perdernos en nimiedades y terminar olvidándonos de nuestro principal objetivo.
Para saber la DF de nuestra vida está claro que debemos iniciar un proceso de introspección importante, de análisis de nuestros valores, de cuál ha sido la trayectoria que hemos seguido hasta el presente, cuáles han sido los impulsos que hemos seguido y que han marcado nuestros pasos, qué es lo que realmente ha captado siempre nuestra atención y qué ha hecho que nos sintiéramos orgullosos de hacerlo y agradecidos a la vida por habernos dado la oportunidad de descubrirlo y vivirlo. Esto es muy importante, porque nos dará la clave de aquellas cosas que realmente nos han hecho felices y a las que nunca debimos darles la espalda después.
A partir de esta reflexión, hace falta “valor” para aceptar cuáles han podido ser nuestros “distractores”, en qué medida hemos cedido demasiado a seguir nuestro camino por comodidad, miedos a la soledad, incomprensión o rechazo; por seguir otros caminos que no eran los nuestros justificándonos que lo hacíamos por amor a otros, sin darnos cuenta que el verdadero amor nunca exige que renunciemos a ser nosotros mismos; o si nos hemos desviado por “explorar” otras alternativas y hemos “perdido” nuestro rumbo y no sabemos cómo retomar nuestra DF.
Conocer nuestra DF es clave para saber las reglas del juego de nuestra vida, aceptarlas, seguirlas disciplinadamente y no salirnos del camino elegido. A veces probamos a hacer variaciones a nuestro juego, pero corremos el riesgo de que se nos cambien la reglas, de perdernos en juegos que no son los nuestros y, otra vez más, olvidarnos de nuestra DF con las consecuencias que ello conlleva: insatisfacción, autoreproches, autojustificaciones, culpar a los demás, victimismo, deterioro físico y mental, enfermedades, etc.
Siempre podemos cambiar el juego que estamos jugando. Sí, podemos hacerlo. Pero sin perder de vista nuestra DF y el guión que nos marca, así como las reglas que cada juego nos va a exigir. Porque cada juego tiene sus reglas y, seguirlas nos ayudará, pero ignorarlas o incumplirlas, nos destruirá. Si las seguimos, obtendremos consecuencias que nos llevarán a alcanzar nuestra DF, nuestro destino final y nuestra felicidad. Lo cual nos hace ver que elegimos nuestro destino cuando definimos nuestra DF y aceptamos seguir las reglas que esto comporta.
Y, a partir de estas elecciones, descubrimos caminos que nos acercan a nuestra DF y otros que nos apartan de ella. Y observamos cómo el Universo se pone a nuestro lado para ofrecernos caminos en la dirección de nuestro destino, pero no nos dice cuál elegir, pues sólo nosotros deberemos, con nuestro libre albedrío, elegir el que nos lleva en nuestra DF. Porque elegimos nuestro destino, pero los caminos correctos los debemos descubrir nosotros mismos.
Así, la vida es un descubrir, elegir y aprender continuamente de cuanto nos ocurre para seguir adelante en la DF de nuestra vida. Al final, los posibles juegos de la vida siguen unas reglas que son iguales para todos y que deberíamos conocer. La primera es que debemos saber que, de verdad, no sabemos nada, que nuestros sentidos nos engañan y estamos prisioneros de lo que ellos nos hacen “creer”. Venimos a “ocupar” un cuerpo físico y nuestro espíritu tiene que adatarse a él. Y en ese proceso acaba “olvidando” en muchas ocasiones quién es realmente y a qué ha venido a este mundo.
Si es así, ¿qué debemos “creer”? ¿a qué verdad debemos dar “credibilidad”? ¿qué verdad es incuestionable? Pues el hecho de que estamos aquí, dentro de un cuerpo físico, sometidos a unas reglas marcadas por esa realidad física, pero que somos mucho más que esa realidad. Y debemos profundizar, a través del conocimiento, sobre el hecho de para qué hemos tomado esa realidad física. Y descubrir que, por mucho conocimiento que tengamos, la verdadera sabiduría no es tener poco o mucho conocimiento, sino saber aplicarlo para hacer nuestra vida más útil y beneficiosa.
Así, pues, deberemos “creer” y “crear” con nuestros pensamientos (creer) y acciones (crear) todo aquello que nos ayude a seguir nuestra DF y a saber (aplicando conocimientos) que nuestra vida ha sido al final útil y beneficiosa para nuestro espíritu y para ayudar al de los demás.
Pensamos que, en el proceso de la vida, poseer muchos conocimientos nos ayudará a ser más fuertes, poderosos y a jugar mejor nuestro juego. Pero el conocimiento, en sí mismo, sólo da más conocimiento. El objetivo del conocimiento es tener su aplicación y descubrir su utilidad y su bondad. Porque, todo conocimiento que es útil para que juguemos bien y obtengamos los mejores resultados, me convertirá en un ser más sabio. Y eso sí, la sabiduría me hará comprender mejor mi destino y seguir la DF de mi vida hasta alcanzar el éxito.
Queda, por último, comprender que jugar el juego de la vida tiene su precio. Jugar no es gratis. El juego de la vida nos exige que paguemos por disfrutar jugando y por lo que obtendremos. Lo triste es que muchos pagan igual por jugar sin haber elegido su juego, sin disfrutar y sin haber obtenido lo que buscaban, pues no eligieron la DF de sus vidas.
El precio que pagamos no lo sabemos. Lo descubrimos al final de nuestras vidas. Sería mejor conocerlo antes, pensamos. Pero eso nos limitaría, no nos ayudaría, nos llevaría a no querer jugar o a no esforzarnos en el juego perdiendo todo nuestro interés. Lo bueno es no saber el precio que pagamos y jugarlo pese a todo con FE. Con el convencimiento de que valdrá la pena. Porque así lo decidió nuestro “espíritu” cuando bajo a la tierra y tomó el cuerpo físico que tenemos y aceptó las reglas que tenía que seguir.
Tengamos FE en que vale la pena jugar, pese a todo, el juego de la vida. Que el precio que paguemos por jugar bien valdrá la pena. Cultivemos la FE, ese convencimiento pleno de que todo nos irá bien al final, si perseveramos en seguir la DF de nuestra vida. Y que alcanzaremos el éxito al cumplir con nuestro destino. Porque el Universo nos quiere y quiere que tengamos éxito en la misión de nuestra vida. Y debemos estar convencidos de que estamos “guiados” para tener éxito. Si lo creemos con FE así será. Y, tristemente, si no lo creemos, también así será. Porque lo que ”creamos” (de creer) será lo que “creemos” (de crear). Así que, más vale que “creemos” lo que nos ayudará a alcanzar nuestro destino y «creamos» que seremos felices con el proceso y el resultado final.
Con gratitud.