Mi primer salto en paracaídas

Imagino que entre los que me leen habrá personas que han practicado deportes de riesgo y sabrán a lo que me voy a referir. Si no es el caso, creo que igualmente les puede ser útil lo que voy a relatarles.

El pasado sábado tuve la experiencia de saltar en paracaídas. Eso sí, en tándem. No se puede practicar un deporte de riesgo sin seguir los pasos requeridos para garantizar el máximo de seguridad.

Hacía tiempo que deseaba realizar alguna práctica que comportara un elevado nivel de descarga de adrenalina. Porque sé que después del “subidón” que supone la tensión que provoca practicar un deporte de alto riesgo, se produce primero una euforia inenarrable, por una parte y, por otra, una sensación de paz y relajación enorme, como de vacío de todo cuanto te ha llenado y que es genial para descansar de tantas cosas que suelen ocupar nuestra mente de una manera que puede llegar a ser incluso hasta obsesiva.

Las circunstancias (diría mejor la “causalidad”) hicieron posible que pudiera ocupar el lugar de otra persona que, en un día antes, no se decidió a dar el salto en paracaídas. Como soy de los que no desaprovechan las oportunidades que la vida me presenta para experimentar lo que me parece algo extraordinario, acepté el reto y dije que lo haría.

EL día señalado, en las instalaciones que tiene el skydive en Castellón, me bauticé por primera vez en esta práctica. Unas horas antes de dirigirme hacia el lugar del salto, entré en la web www.skytime.info y tomé nota de lo que realmente iba a suponer dicha experiencia. Ver las fotos y el vídeo de demostración me empezó a “conectar” con lo que sería la experiencia. Lejos de tener el consabido miedo hacia dicho deporte, me animé pensando en la cantidad de veces que los instructores lo practican y lo seguros que están de que todo va a ir bien.

Este tipo de pensamiento hacia la práctica de un deporte es fundamental para abordar la actividad con la mejor actitud mental posible. Está claro que el riesgo existe, por eso te entregan antes de ponerte el arnés y darte las primeras instrucciones una hoja que has de firmar aceptando los riesgos que comporta dicho deporte, entre los cuales te ponen claramente que uno de ellos es la muerte. Leerlo así te intimida, al igual que cuando escribes a quien deben avisar primero en caso de accidente.

Todo esto es normal, como lo es cuando uno va al hospital y el médico te hace firmar autorizaciones para que pueda hacer su trabajo sin sentirse responsable de las consecuencias que la práctica de la medicina pueda llevar consigo. Y, en este caso, el médico se lava las manos, como Pilatos, de lo que luego vaya a pasar. Pero en el caso del salto en paracaídas, el que salta contigo se juega su vida, con lo que seguro que va a extremar todas las precauciones para que el resultado final sea totalmente satisfactorio.

Escribir sobre lo vivido nunca es igual que vivirlo en primera persona y tiempo real. Pero puedo deciros que fue genial, alucinante, increíble, maravilloso, apoteósico, vibrante, precioso, magnífico y no sé cuantos adjetivos más que podría poner. Seguro que las siguientes veces que me vuelva a tirar no serán lo mismo. Pero la primera vez, como cuando uno da el primer beso o siente la fuerza del amor, o vive su primera experiencia sexual, nunca se olvida. Eso creo que me pasará a mí también. Habrán más, pero no serán lo mismo.

Lo que más me gusta de vivir experiencias como éstas es sentir por momentos que mi vida la pongo en manos de “Dios” o podéis darle el nombre que queráis. Pero es sentir que dejas de tener el control y practicas (eso sí, después de ejercer el control sobre lo que realmente puedes ejercer) el total abandono de ti mismo, dejando que las cosas fluyan según lo planificado, teniendo la absoluta Fé de que todo irá bien. Es como cuando en el libro de “EL caballero de la armadura oxidada” se le pide al caballero hacia el final de las pruebas que ha superado, que se arroje al vacío desde el castillo del valor con la Fé de que nada le va a pasar, tan sólo con el convencimiento de que sólo ese acto le liberará de sus temores y le permitirá alcanzar su verdadera liberación.

Y así fue como me sentí al saltar desde el borde de la avioneta, con la Fe puesta en que todo iría bien y de que lo hacía para demostrarme a mí mismo una vez más que no se puede tener el control sobre las cosas, sino tan sólo sobre nuestros propios pensamientos y dejar que todo fluya y simplemente “sentir” la fuerza del viento en el cuerpo, la velocidad de caída, la sensación de libertad, de poder vivir esos momentos sintiendo que todo queda atrás, los miedos, las fatigas, los fracasos económicos o amorosos, las experiencias frustrantes, los complejos limitantes, los embargos, los desahucios, la corrupción, la mentira… Sólo existe el sentir, el volar, sensaciones de libertad y poder. Simplemente maravilloso.

Os animo a que lo experimentéis.

Con gratitud