
Este primer artículo, con el que quiero empezar lo que espero sea una larga e interminable secuencia de otros muchos artículos sobre el tema de la felicidad, quiero dedicarlo precisamente al hecho de justificar por qué he elegido este tema que me va a ocupar los próximos años y, espero, el resto de mi vida. Y es así porque asumo plenamente las palabras del filósofo Aristóteles cuando declaró ante el mundo: “La felicidad constituye el significado y el propósito de la vida, el único objetivo y fin de la existencia humana”.
Y esta es la razón más importante que me ha llevado a ocuparme de ella después de tantos avatares en mi vida en los que, sin saberlo, era a ella a la que estaba buscando, pero sin tomar conciencia plena de ese hecho, sin saber bien cómo y dónde buscarla y, por supuesto, sin aprender la forma de disfrutarla y mantenerla conmigo para siempre.
El hecho es que, aún siendo tan importante la felicidad, es muy difícil atraparla y, aún más, hacer que permanezca con nosotros todo el tiempo hasta el final de nuestros días. Pero, a pesar de eso, la sociedad en la que vivimos se permite aconsejarnos continuamente acerca de dónde y de qué forma podemos encontrarla. A través de los medios de comunicación y de cualquier soporte publicitario que veamos, se nos está continuamente “enfocando” hacia una forma de ver y entender la vida, y por tanto la felicidad, basada en la satisfacción de necesidades y deseos que, en la mayoría de los casos, ni son necesidades como tales y, si son deseos que realmente tenemos, no nos paramos a pensar si realmente son nuestros o han sido “inducidos” o introducidos en nuestra mente sin que hayamos tomado conciencia de ese hecho. Si ya es difícil alcanzar la felicidad porque se nos hace esquiva por momentos y apenas la sentimos con intensidad o de forma permanente, todavía se nos complica más cuando la perseguimos no en el lugar adecuado ni de la forma correcta, sino dejándonos llevar por quienes pretenden manipular nuestras necesidades y deseos según su propia conveniencia.
Si no tomamos conciencia de esta realidad y nos enfrentamos a ella con nuestros mejores recursos, es muy probable que al paso de los años descubramos que nos han manipulado y utilizado a través de todo cuanto nos rodea. Porque la televisión, la radio, la prensa, la economía, la política, el ocio, la diversión, la moda, etc. necesita del dinero para seguir manteniéndose y quien quiere vender sus productos para ganar dinero, no suele hacer planteamientos filosóficos o éticos para cuestionarse si lo que quiere vender va en la línea o no de aportar felicidad verdadera al ser humano. Simplemente quiere obtener ingresos para seguir satisfaciendo sus necesidades y deseos (que piensa que le aportarán su felicidad tan anhelada), sin plantearse otras cuestiones como, por ejemplo, si con eso está ayudando a la felicidad de los demás.
Lo peor de toda esta situación es que se está promoviendo un modelo de persona en nuestra sociedad donde los valores que se ensalzan no son los que precisamente nos acercarán a la verdadera felicidad, sino que más bien nos apartarán de ella. Y eso solemos descubrirlo hacia el final de nuestra existencia humana, donde nos damos cuenta de que nos han estado engañando y de que hemos vivido como en “matrix”. Lo peor es que cuando eso empieza a ocurrir, solemos sentirnos casi incapaces de cambiarlo, resignándonos en la mayoría de los casos a terminar nuestros días como lo hemos ido haciendo o indignándonos hasta el punto de que acabamos por enfermar o morir por las secuelas de la vida que hemos llevado o por el propio malhumor que nos genera la indignación, la rabia y la impotencia.
Pero ante todo esto podemos decir “basta”. Porque la única y verdadera revolución es la que parte de cada ser humano, de la toma de conciencia individual que, sumada a la de un grupo mayor, es capaz de generar cambios. Empecemos por nosotros mismos. Os propongo que lo hagáis con pequeños cambios, pero en la dirección que vuestro yo interior, vuestra voz escondida en lo más profundo de vuestro ser os dice que debéis ya de una vez por todas empezar a hacer. No retraséis por más tiempo el comienzo, porque puede que un día sintáis que es demasiado tarde. Pero si os llega ese momento, siempre podréis empezar a cambiar vuestra actitud mental ante las circunstancias adversas que se os presenten, pues éste es el primer y más importante recurso con el que contamos para iniciar cualquier proceso de cambio. Porque todo empieza y termina en nuestra mente. Como iremos viendo en posteriores artículos.