¿Se puede ser feliz estando enfermo?

“¿Y  de qué te sirve todo lo que piensas y haces si también caes enfermo?”  Me parece estar oyendo esta frase en boca de más de uno de los que conozco y que, al parecer esperan mis momentos de debilidad, flaqueza o enfermedad para hacerme ver que lo que practico no me libra de estar sometido a las leyes naturales. 

Creo que confundimos el hecho de que la persona elija un camino de mejora, esfuerzo, superación, salud y energía con que los resultados que a veces se obtienen en el corto plazo no sean los esperados.

No crece un olivo o un árbol da sus frutos de la noche a la mañana. Y en todo el proceso son muchas las horas en las que hay que mantener una actitud firme en el camino correcto y ser perseverantes en las acciones a realizar para, con paciencia, empezar a ver los resultados.

Nuestra condición humana nos lleva a querer con demasiada inmediatez aquello que deseamos y no nos prepara para seguir los ritmos de la naturaleza que va preparando poco a poco la llegada de cada estación necesaria para que  se cumplan los ciclos de la vida.

Y es tan sólo un resfriado contagiado o provocado por alguna bajada de las defensas que, sin ser en absoluto como los que venía padeciendo años atrás cuando me cuidaba menos, me deja bajo de energía y con molestias que hasta da vergüenza mencionarlas al haber tantos otros síntomas peores en enfermedades más graves.

Pero cuando nos sentimos por debajo de nuestro estado deseado y reconocemos nuestra fragilidad, es cuando se inician unos procesos mentales a los que me quiero referir en este artículo.

Porque normalmente empezamos a quejarnos en demasía de nuestra mala suerte o salud, de cómo nos van las cosas, de lo solos que nos encontramos, o de que nadie se preocupa por nosotros, o de que todo cuanto hemos hecho bien hasta el momento no nos ha servido de nada, o para qué tanto positivismo si la realidad es la que es y por mucho que nos esforcemos no la vamos a cambiar.

Bueno, podría alargarme más haciendo la lista de negatividades más amplia pero sólo conseguiría poner el énfasis en lo que no quiero precisamente, que es en lo negro y negativo que vemos las cosas en esos momentos.

Propongo un ejercicio diferente para esas ocasiones: pensar en que lo que nos ha pasado ha sido un acontecimiento puntual que nos va a venir bien para pararnos a pensar un poco sobre ciertas cosas a las que normalmente no les prestaríamos tanta atención; atendernos con cariño a nosotros mismos, mimarnos y querernos como sólo nosotros lo sabemos hacer, sin necesidad de nadie aunque podamos agradecer su ayuda o presencia; revisar nuestros objetivos en la vida y nuestras prioridades, así como los que nos planteamos al principio del año para conseguir a finales del 2013; ver cómo vamos avanzando en la dirección fundamental de la vida que hemos elegido vivir para tener una vida extraordinaria y ver cómo vamos materializando aquellos sueños por los que estamos trabajando; darnos un parón en nuestra actividad cotidiana y, sencillamente, relajarnos, tomar distancia de las cosas de la vida, dejar fluir la vida misma con la confianza de que si seguimos haciendo las cosas bien, con fé, con gratitud por todo lo bueno que ya estamos recibiendo volveremos a sentir la fuerza y recuperaremos la energía perdida; pensar que es un estado transitorio y que nos puede ayudar mientras tanto a conocernos un poco mejor, a ser más humildes y a sonreír frente a los contratiempos que la vida nos pueda presentar.

Y disfrutar con todo lo que nos esté pasando. Sí, DISFRUTAR, porque si aprendemos a hacerlo surgirá inevitablemente la llama del Amor en cada pequeña cosa que hagamos y nos enseñará un camino nuevo para descubrir la felicidad escondida incluso en la enfermedad o el dolor.

Yo así lo hago y os invito a que lo hagáis. Ya os digo que igual no os resulta fácil. Pero sabemos que lo fácil no nos reporta satisfacción. ¿Verdad?

Con gratitud