Queridos lectores:
Hoy, domingo 25 de julio, siento la necesidad de escribir de nuevo. Me agrada poder volver a hacerlo y sentirme motivado a ello. Aunque la razón que me impulsa sea el resultado de un sentimiento de desamor. Pero cualquier motivo es bueno si a lo que te lleva es a algo bueno. Es decir, no importa lo que nos ocurre, sino lo que hacemos con lo que nos ocurre.
Y si analizo lo que acabo de llamar “desamor”, descubro que no es del todo cierto, porque lo que llamo desamor y todo el mundo podría entender como la falta de amor o afecto a una persona o cosa, que puede llegar a provocar hasta un sentimiento de desagrado y rechazo, a mi entender es simplemente el resultado de un proceso por el que el AMOR, (con toda la extensión de la palabra, ese AMOR que va más allá de nuestro concepto social y pobre de lo que realmente es), no ha podido vencer las barreras que se le han planteado para seguir avanzando en su camino hacia la perfección y han vencido otras circunstancias que han provocado ese bloqueo o freno que he venido a llamar “desamor”.
Y me hace reflexionar, como muchas otras cosas en la vida, el sentir ese desamor como un freno a un proceso que me parecía especialmente importante por lo que personalmente creía ver en él. Pero claro, en todo proceso, vinculado además a 2 personas, no sólo cuenta el mapa de mi mundo, sino el de la otra persona. Y, como suele ocurrir, proyectamos en los demás nuestras propias creencias y expectativas y olvidamos que los otros hacen lo propio. Y de lo que los demás proyectan poco llegamos a conocer porque sólo lo hacemos por lo que nos dicen o intuimos. Conclusión: llega el desamor como resultado de una falta de sincronización entre los percibido y lo vivido por cada una de las partes. Hasta ahí creo que no digo nada nuevo, porque quien más o quien menos ha vivido situaciones similares a lo largo de su vida. Lo que cuenta es qué hace cada parte ante una situación como ésta. Porque la casuística es muy variada.
Los hay que deciden plantarle cara a la situación, analizar qué está pasando, donde pueden estar esos frenos al AMOR, esos bloqueos y comprometerse de nuevo a avanzar y considerar lo ocurrido como una oportunidad de aprendizaje y crecimiento. Los hay que viven ese proceso de manera individual, haciendo su análisis personal sin compartirlo con nadie o haciéndolo en términos de reproche a la otra parte, acumulando emociones negativas que cuando las descargan suenan a torpedos dinamitadores de la relación sin tomar conciencia de que son manifestaciones de un “ego” dolido que no ha aprendido a amar de verdad. O, en esta misma dirección, están los que además buscan en personas cercanas descargar las quejas de su “ego” sin darse cuenta que lo que van a recibir de esas personas es el eco de su propia queja aumentado y desproporcionado que les va a llevar a decisiones que no les van a ayudar a crecer porque volverán a repetir los mismos errores hasta que aprendan la verdadera lección de vida que tienen que aprender.
Pero todo esto no es más que tratar de analizar un proceso que cada cual vive a su manera y que al final nadie está acertado o equivocado, porque cada uno toma sus decisiones desde el convencimiento de que eso es lo mejor para él/ella. Y tiene todo el derecho del mundo a hacerlo así y a explorar el camino elegido.
Pero, ¿qué pasa cuando una de las partes siente que la otra persona ha tomado una decisión que, según su punto de vista, no sólo no es la adecuada para el problema o reto planteado sino que, además, le provoca un claro sentimiento de pérdida del ser amado, de abandono de una relación en la que había puesto tanto de sí mismo, de expectativas de crecimiento mutuo, de un futuro compartido, de caminar juntos por la vida como amigos, amantes y cómplices de los descubrimientos que la vida les pudiese presentar, etc., etc.? Pues sólo cabe una palabra para este sentimiento y es ACEPTAR. Y de eso voy a hablar, porque no todo el mundo entiende bien su significado.
Puedes aceptar porque no tienes más remedio, pero en el fondo de tu ser te sientes profundamente triste, dolido, abandonado, con sentimientos que van desde una baja autoestima hasta la sensación de autodesprecio, pudiendo llegar a generar sentimientos de rabia e incluso odio hacia quien ha provocado tales emociones. Pero esto no es aceptar, esto es precisamente todo lo contrario de lo que ocurre cuando realmente aceptamos. Si estas emociones están presentes lo que hay es más bien una falta de respeto hacia la decisión de la otra parte, una falta total de amor hacia la persona que ha decidido seguir su camino sin ti. Porque el verdadero amor busca siempre hacer lo mejor para la otra persona, pero nadie mejor que la otra persona sabe lo que le conviene. Por lo que, si no le convienes tú, entonces debes hacer el gran ejercicio de humildad y amor que consiste en aceptarlo e incluso bendecirlo, porque será la mejor manera de demostrar a la otra persona que realmente la amabas.
Claro que, esto es muy bonito de decirlo en palabras. Pero, ¿y aplicarlo? ¿Es realmente fácil de aplicar? Pues claro que no. Nuestro “ego”, nuestra mente que nos está haciendo recordar tantos momentos buenos vividos nos somete a continuas pruebas diciéndonos que no quiere renunciar a todo lo bueno vivido, que quiere más, que quiere revivir otra vez todos esos momentos maravillosos, que tiene miedo de no volver a sentir lo mismo, que le da pánico la soledad o el pensar si podrá volver a amar de nuevo, que cómo es posible que de nuevo haya fallado en la relación y no haya podido mantenerla, etc. Y también nuestra misma mente, en un ejercicio que se suele escapar a nuestro control, se pasa al lado oscuro del reproche, de la crítica destructiva, de ver todo lo negativo de la otra persona en un intento de hacerla ver peor de lo que era y así llegar a rechazarla e incluso odiarla, pensando que de esta forma sufrirá menos por el abandono al que se ha visto sometido.
Pero ninguna de estas formas de actuar de nuestra mente nos ayudará a vivir el proceso de lo que deberíamos llamar “evolución” y “crecimiento” de las personas. Porque todo al final son procesos que decidimos unilateralmente o de mutuo acuerdo vivir para descubrir toda la grandeza que hay escondida en nosotros y que, en determinados momentos sentimos que la otra persona con la que estamos caminando juntos por la vida ya no nos aporta lo suficiente como para seguir juntos y queremos entonces explorar otras alternativas. Pero cuando no hay acuerdo mutuo en esta forma de verlo, e incluso habiéndolo, no es nada fácil iniciar un nuevo proceso sin que afloren las emociones que antes he descrito.
A mí me está ayudando, no sin pasar por momentos muy complicados donde la mente me juega malas pasadas, el pensar que si Dios (y me gustaría que nadie pensara en el Dios cristiano o, si lo hace, pues bien, pero no me limito a El, pues hay muchas formas de referirse al Creador, a la Mente Primigenia, a la Sustancia Creadora, a la Energía Pensante, etc) en un momento de mi vida puso en mi camino a la persona que he llegado a amar profundamente, por la misma razón u otras que no puedo llegar a comprender, ha decidido también que se aparte de mi camino o que nuestros caminos sigan por rumbos diferentes. Y en ambos casos debo ACEPTAR y AGRADECER por todo lo vivido y CONFIAR plenamente que todo cuanto me ocurre es para mi BIEN final. A quienes escuchan mis canciones les remito a la canción de “La Causalidad” que dice en el estribillo:
“Todo cuanto nos ocurre tiene su significado. Aprender a interpretarlo es lo que más nos va a costar. Cuanto antes encontremos esa llave del secreto, más pronto el tesoro abrimos de la felicidad”.
Yo voy a trabajar, y lo aconsejo a quienes están o han pasado por procesos similares de lo que no me gusta llamar “desamor”, para que cada pensamiento, cada emoción que surja desde mi interior sea para agradecer y bendecir cuanto me ha ocurrido, con el firme convencimiento de que si el Creador me lo dió y ahora me lo quita es porque me conviene, aunque no lo entienda ni lo vea en estos momentos así. Recuerdo unas palabras del “Libro de Job” cuya lectura recomiendo y que ya hice en procesos anteriores de mi vida similares (buscar en la Biblia “Introducción a los Libros Sapienciales”, Job cap. 5 ), que dicen así: “ Dichosa la persona a quien Dios corrige. No desprecies su lección, porque hiere y pone la venda, golpea y Él mismo sana, te libra seis veces de la angustia y una séptima te evita el dolor.”
Así que, os invito a saludar este día, y cada momento del día con AMOR en vuestro corazón. Ese es el gran PODER que hay en nosotros y que confundimos con las muchas manifestaciones que de él observamos: amor fraternal, amor de pareja, amor de amigos, amor al dinero, a la fama, al sexo, a la belleza, a la juventud, a la fuerza física, al cuerpo, a la naturaleza, a la sabiduría y tantas otras formas simples en que se manifiesta. Pero si llegamos a descubrir la verdadera esencia del AMOR, tenemos una PODER que todo lo supera. Pero como decía Pierre Teilhard de Chardin “El Amor es la energía más poderosa y, sin embargo, la más desconocida del mundo”.
Con gratitud