Sobre la Felicidad, el victimismo y las arañas (Cont..)

En el artículo anterior hablamos de lo que podemos aprender de las arañas, viendo la situación desde el punto de vista de la propia araña que construye laboriosamente su trampa para alcanzar así su objetivo y aprendimos cómo aplicar en nuestras vidas esas cualidades que mostraba para lograr sus metas.

Ahora quiero centrarme en la otra posición perceptual, la de la víctima que, no tomando conciencia de la existencia de la trampa, cae en ella y es atrapada sin posibilidad de escapar. Desde este ángulo de visión, como víctimas, es difícil que tomemos conciencia la mayoría de nosotros de lo que eso significa y, lo que es aún peor, si realmente nos hemos convertido o nos consideramos como tales.

Nos encontramos con reacciones diferentes, según la personalidad que cada uno tiene, a la hora de hablar del victimismo. Porque todos nos creemos con la libertad y capacidad suficientes como para no sentirnos víctimas de nada ni de nadie. Sin embargo, hay personas que por su amor propio (que no su adecuada autoestima), y su soberbia (que no su orgullo justo por los logros alcanzados), no son capaces de reconocerse como víctimas. Les gusta pensar que ellos están por encima de esas cuestiones, que ellos “controlan” perfectamente sus vidas y que “dominan” siempre la situación en la que se encuentran. Estas personas que se sienten “sobradas”, son las presas más fáciles de la telaraña que muchas veces teje la propia vida, porque no se dan cuenta que con sus acciones, con la manera de ser prepotentes y autoritarios, van tejiendo la estructura de una vida que en la mayoría de veces les acaba atrapando sin darse cuenta, teniendo una gran dificultad para salir  de ella. Construyen su telaraña sin saberlo cuando depositan su fe y su autoconfianza en el poder, en los cargos políticos o económicos, en la fama o en el dinero, o se abandonan o caen prisioneros de los placeres que les reporta la comida o la bebida en exceso y sin control, o el sexo, o cualquier tipo de droga de la que acaban dependiendo sin tomar conciencia de que están tejiendo su propia trampa en la que la única víctima van a ser ellos mismos. Tomar conciencia de esta realidad es difícil, sobre todo cuando nos sentimos personas que creemos que tenemos el “control” de esas situaciones. Pero, para saber si realmente tenemos el control basta que nos sometamos a nosotros mismos a una pequeña prueba: ¿Puedo ser capaz de renunciar a lo que puede que me tenga “atrapado” durante un período de 21 días? Este período es sólo como referencia y lo doy a título anecdótico, pero efectivo. Si una gallina está 21 días incubando el huevo para que nazca un nuevo pollito, y lo hace con fe y perseverancia hasta que consigue su objetivo, por qué no vamos a probar nosotros a “incubar” un nuevo hábito en un período similar, logrando eliminar hábitos negativos y tener otros más positivos? O, lo que aquí nos ocupa: ¿podremos ser capaces de demostrarnos que realmente no estamos “atrapados” en algo que nos hace ser víctimas de nosotros mismos?

Existe otro tipo de personas que, a diferencia de los anteriores, van por la vida de víctimas, asumiendo su papel y obteniendo con ello un nivel de atención y gratificación emocional que les hace especialmente peligrosas no sólo para ellas mismas si no para todos los que las rodean. A esas personas se las reconoce porque siempre van quejándose de todo cuanto les ocurre de negativo, porque todo lo ven desde la óptica de esa negatividad y pesimismo. Por quejarse se pueden estar quejando del día que haga, bien sea soleado, frío, caluroso, lluvioso o del clima que sea, pues a todo le encuentran pegas. O de la política, de la economía, del trabajo tan estresante que tienen, o de no tenerlo o… de lo que sea. Pero a esas quejas permanentes, desmesuradas, sin motivo suficiente ni sentido, añaden la otra parte no menos molesta que es el culpar de todo cuanto les ocurre y pasa en este mundo a los demás, a las circunstancias, a la casualidad, al azar o a lo que sea, con tal de no asumir ni una pizca de responsabilidad en cada una de esas cuestiones: la culpa siempre está fuera de ellos. La otra manifestación de su victimismo radica en estar siempre justificando sus errores, sus fallos o fracasos, buscando la causa de ellos fuera de sí mismos. Ellos nunca se reconocen como responsables. La verdad que este tipo de personas nos invitan sólo a huir de ellas, porque lo triste es que buscan, sin saberlo, captar la atención de los demás, sin darse cuenta que lo que realmente están necesitando, como todos, es AMOR. Pero al confundirlo y no tomar conciencia de ello, siguen sus pautas de comportamiento sin darse cuenta de que están atrapados en su propia telaraña, siendo sus propias víctimas de lo que con su equivocado enfoque de la vida han construido.

Ante estos dos perfiles de personas señalaré una tercera que, sin caer en las actitudes negativas de los dos anteriores, no por ello deja de caer también en la trampa de lo que ha ido construyendo con sus pensamientos y acciones. Me refiero a las personas que han tomado decisiones en la vida por motivos que no tenían muy claros, o suficientemente reflexionados, o sin contrastar con sus creencias y valores, dejándose llevar por donde sus propias decisiones les conducía, sin tener el coraje para cambiar y salir de la trampa en la que se vieron envueltos por las decisiones adoptadas. En este grupo de personas estamos la inmensa mayoría. Atrapados por decisiones que en su día tomamos y viéndonos sucumbir en la trampa que nosotros hemos construido sin darnos cuenta. La trampa puede ser tan sofisticada que ni siquiera nos da la posibilidad de tomar conciencia de ella. Esa suele ser la tarea más difícil. Prestar atención a las señales que nos indican que inequívocamente estamos “atrapados”. Y la lista de esas “señales” puede ser muy variada: cuando no nos sentimos satisfechos con nosotros mismos por lo que somos, o hacemos, o dejamos de hacer; cuando no nos podemos concentrar en lo que queremos, cuando nos sentimos estresados, malhumorados o sin energía para afrontar nuestros retos; cuando todo lo vemos negativo, cuando nos falta la salud, cuando perdemos el amor de los seres más queridos, cuando ni siquiera nos respetamos a nosotros mismos, cuando nos invaden los sentimientos más tristes sobre cómo estamos dilapidando nuestra vida sin encontrarle sentido, cuando….

Amigos, tomemos conciencia, desde la distancia que debemos adoptar frente a nosotros mismos con cierta periodicidad para analizar nuestra vida, y veamos qué clase de telaraña nos está impidiendo desarrollar todo nuestro potencial y vivir una vida plena y sin trampas. Ánimo y no tengáis miedo a afrontar vuestros propios miedos, pues tomar conciencia de ellos y decidir hacerles frente, es el primer paso para vencerlos. Y el primer miedo suele ser tomar conciencia de la telaraña en la que hemos caído.