Sobre las rutinas y otras acciones

Desde la ventana de mi despacho veo pasar todos los días a muchas personas que vienen o van a muy diversos lugares. Son personas de todo tipo. Los hay jóvenes estudiantes que van a sus clases en la universidad. Hay mujeres que todos los días se dirigen a tomar su desayuno al horno/pastelería de la esquina, en pequeños grupos, que luego se detienen junto al ventanal de mi casa y apuran su cigarrillo después de haberse tomado su café matutino. Están los que acuden monótonamente a su cita con el trabajo por cuenta ajena. Están los de los talleres mecánicos, autónomos, que como los relojes de la iglesia acuden puntuales por la mañana a abrir sus talleres y más tarde a sus almuerzos, abriendo y cerrando sus comercios con igual  exactitud.

A lo largo del tiempo que llevo viviendo aquí siempre me he preguntado qué pasará por las mentes de esas personas en cuanto a lo que les motiva día a día para llevar a cabo sus rutinas. Si realmente tienen una motivación importante, si sienten pasión por lo que hacen o se mueven como meros autómatas empujados por la fuerza de la costumbre sin más preocupación que la de cumplir con sus obligaciones sin plantearse si son las adecuadas o podrían mejorarlas o, incluso, cambiarlas.

He leído y escuchado a muchos autores decir que nuestros hábitos nos definen, que nuestras rutinas nos determinan y que al final somos esclavos de lo que nosotros mismos hemos creado, para bien o para mal. Y cuando digo “creado” lo digo pensando tanto en lo referente a lo que creamos con nuestros pensamientos como a lo que creamos con nuestras emociones y acciones.

Mi maestro Fernando Moreno me ha transmitido una frase que me repito todos los días en los ejercicios que diariamente hago para fortalecer mi carácter: “Siembra un pensamiento y cosecharás una acción; siembra una acción y cosecharás un hábito; siembra un hábito y cosecharás un carácter; siembra un carácter y cosecharás tu destino”. Sabias palabras que vienen a expresar que aunque a veces no seamos conscientes de ello, estamos cosechando nuestro destino a través de nuestros pensamientos y nuestras acciones.

Lo primero que deberíamos vigilar en nuestra vida, cada mañana nada más levantarnos son nuestros propios pensamientos respecto de lo que esperamos de cada día, respecto de si nos consideramos capaces o no de alcanzar ciertas metas, de si vale la pena o no esforzarnos por lograr nuestros sueños, etc. Porque a partir de ahí se inicia un proceso sumamente importante, que son las emociones, positivas o negativas que nos empujarán a la acción o nos retendrán en la zona cómoda para no arriesgarnos a fracasar.

Me sorprendió la primera vez que oí a Tony Robbins afirmar que si conoce de una persona cuáles son sus rutinas diarias, podría afirmar qué clase de persona tiene delante y qué puede alcanzar esa persona en su vida. Me pareció exagerado, la verdad, pese a que ya había leído a Ogg Mandino afirmar que lo único que diferencia a las personas de éxito de las que se sienten fracasadas son sus hábitos. Porque las personas de éxito tienen hábitos positivos y las que fracasan tienen hábitos negativos.

La distinción entre unos y otros parece obvia como su nombre indica. Pero a poco que te pones a preguntar a las personas si consideran que ciertos hábitos que tienen son positivos o negativos, es decir, les ayudan a mejorar su salud, su bienestar, su felicidad, a ganar dinero, a tener más y mejores amigos, a mejorar sus relaciones de pareja, o las que tienen con sus padres o familiares, etc. etc., o les perjudica, descubre que no todos están de acuerdo en lo que se califica como positivo o negativo.

La tendencia de la mayoría de las personas es a considerar que ciertas cosas no son tan importantes para el resultado final que se busca, sin saber que “todo cuenta”, que al final, la ley de causa y efecto, funciona siempre y para todo. No vale, por mucho que nos queramos autoengañar, decirnos que no pasa nada porque me permita ciertas “licencias” en mis hábitos diarios, porque al final, esas licencias diarias que me doy a mí mismo se acaban convirtiendo en hábitos negativos que no me permitirán mejorar.

Podría referirme al fumar, al beber, al no hacer ejercicios físicos, a no cuidar la alimentación, a no cuidar nuestros pensamientos diarios, a no trabajar en una dirección adecuada elegida para nuestra vida y a tantas cosas que al final, como muchos dicen, uno se acaba sintiendo agobiado si se para a pensar todos los días si lo que hace le ayuda a mejor o no.

Pero es lo que hay. Si queremos resultados buenos en nuestra vida deberemos hacer cosas en esa dirección. No podemos esperar que las cosas cambien o mejoren por sí mismas sin hacer nada por nuestra parte. Y lo que tengamos que hacer, que sea algo más que comprar un décimo de lotería para ver si nos toca (el colmo, como dice el chiste, es esperar que nos toque la lotería y no comprar ni un décimo).

Pero en la práctica lo hacemos peor todavía, pues queremos que nuestra vida mejore y no “compramos” ni una sola participación para que en el sorteo de las cosas buenas que nos deban pasar nos pueda tocar algo por “casualidad”. Pero, la casualidad no existe, existe sólo la “causalidad”, lo que yo hago que es causa de que ciertos efectos se produzcan.

Por eso es tan importante prestar atención a nuestras rutinas que acabarán convirtiéndose en hábitos positivos y éstos nos llevarán inexcusablemente a lograr el éxito en lo que busquemos. Porque al hacerlo de manera repetitiva, con fé, perseverantemente, con paciencia y aceptando que el resultado, sea el que sea, será bueno para nosotros, porque tarde o temprano entenderemos que así ha sido, conseguiremos que nuestros sueños se hagan realidad y mejorarán realmente nuestras vidas.

Amig@s, no hay otro camino. Porque lo demás es autoengañarnos y ver pasar los días sin que nada cambie, porque nosotros que somos la base del cambio, desde nuestros pensamientos, emociones y acciones, si nada hacemos para que cambie, nada va a cambiar. Y luego nos quejaremos.

Con gratitud