Aquí estoy, en el aeropuerto de Bucarest, esperando que salga mi avión de regreso a Valencia. Salí esta mañana desde Cahul, al sur de Moldova, con la confianza de que llegaría a tiempo de coger mi avión que salía de Bucarest a las 16,25.
Pero lo que no podía imaginar es que, al llegar a Gallati, a unos 300 kms de Bucarest, nos iban a comunicar que las carreteras para acceder estaban cortadas por el temporal y que no podríamos viajar, dadas las circunstancias.
Es decir, que ni mi amigo Radu podría llegar a estar con su familia esa noche, ni yo tampoco podría llegar al aeropuerto y coger el siguiente avión hacia Valencia.
Cuento esto porque, en los momentos que había que tomar decisiones respecto de qué hacer, a la vista de las noticias que nos llegaban, optamos por movernos en la dirección que deseábamos mientras que las circunstancias nos fuesen todavía algo favorables, pues hablaban de una carretera que, a pesar de dar un rodeo, nos podría acercar un poco más a nuestro destino.
A veces en la vida, ante el temor y la inseguridad que nos generan las noticas que recibimos, optamos por aquellas alternativas que nos dan mayor seguridad y no por aquellas que, aunque tengan una parte de riesgo, nos suponen un acercamiento mayor al objetivo deseado, aunque no tengamos garantías de que eso pueda ser mejor que evitar riesgos cuyas consecuencias puedan ser negativas.
La cuestión es que hemos emprendido el camino hacia Bucarest con una continua tormenta de viento y nieve. Hemos visto coches accidentados en la carretera por causa del hielo, otros que se salieron de la carretera, otros que por la falta de visibilidad chocaron contra otros que estaban parados, otros que decidían quedarse parados y no continuar hasta que mejorase la situación.
Nosotros continuamos el camino. Y gracias a la pericia de mi amigo Radu y a la calidad de su coche (un Audi Q7) conseguimos llegar a nuestro destino. Ahora espero la salida del avión hacia Valencia y llegar a casa y dar las gracias de que todo ha ido bien. Pero no olvidaré que, como todo en la vida, lo logrado ha sido el resultado de una serie de causas que nos han llevado al resultado buscado. ¿Y cuáles son esas causas? Porque todos hemos tenido las mismas circunstancias ambientales. Sí, las circunstancias eran las mismas para todos. Pero no todos estaban igual de preparados mentalmente para decidir hacer lo que hicimos y hacerlo, asumiendo el riesgo, ni todos tenían un Audi Q7. Bueno, podían tener otro coche, claro. Pero, como en la historia de las vírgenes necias y prudentes que contaba Jesucristo en su parábola, mi amigo estaba mejor preparado que otros.
Al final nos damos cuenta que, en la vida, hay que rodearse de las mejores condiciones posibles para que nos acompañen en los momentos difíciles de poner en práctica nuestras decisiones.
Esta vez nos ha salido bien. Porque, aunque no llegaba a tiempo de coger mi avión, (íbamos a llegar con más de 2 horas de retraso) decidimos emprender viaje para llegar, al menos, a casa de mi amigo en Bucarest. Y, como suele ocurrirnos no pocas veces en la vida, a mitad de camino me llegó un sms a mi móvil en el que la compañía Wizzair me comunicaba que mi vuelo había sufrido un retraso y que saldría en lugar de a las 16,25 a las 20,40.
¿Se imaginan la cara de alegría que tuve? Pero claro, si no hubiera hecho mi “cheking on line” en Moldova y hubiese llevado conmigo mi tarjeta de embarque (ya que no tenia equipaje que facturar), no me habría sido posible llegar hasta la puerta de embarque y estar, como estoy ahora, a pocos minutos de coger mi avión para regresar a casa, ya que el cheking se había cerrado varias horas antes.
Las cosas no pasan por casualidad, sino por causalidad. Y, como vemos, todo es un cúmulo de pequeños detalles que todos ellos cuentan para que, al final, las cosas sean de una u otra forma.
Espero que les haya servido esta pequeña anécdota para que la próxima vez que les ocurran “cosas” pongan en marcha un enfoque más positivo y analicen todo desde una perspectiva más constructiva y tomando nota de que somos creadores con nuestras acciones y pensamientos de todo cuento nos ocurre.
Con gratitud